Homero, Canto XII, La Odisea:

Homero, Canto XII, La Odisea: "Para aquí tu navio, escucha el cantar que cantamos, nunca nadie pasó por aquí con su negro navío sin que de nosotros supiera las voces suaves; y después, recreados, se iban conociendo más cosas".







jueves, 24 de mayo de 2012

INMA, LA SANDÍA HERÓICA

La vida en la huerta era buena. Todos se conocían y todo el mundo era feliz. Todo estaba tranquilo, y lo había estado desde siempre. Todos eran como una gran familia.

Había una fruta que era como la abuelita de la huerta: Inma, la sandía, era la más respetada y era ella la que sabía todas las respuestas.

Un día, cuando Inma estaba dando su paseo diario, vio algo que le asustó.

Me explico:
El día empezó como todos los días. Se despertó muy temprano, antes que ninguna otra de todas las frutas de la huerta. Empezó su paseo muy tempranito y, según la mañana iba avanzando, las demás frutas se iban despertando.
Cuando pasó por la parte de las fresas, Lola y Carolina, las fresas gemelas, corrieron afuera para decirle: -“¡Buenos días!”. Las gemelas eran muy listas y siempre preguntaban algo. Hablaron por unos 30 minutos, hasta que Inma les dijo que tenía que continuar su paseo.
Cuando pasó por la parte de las manzanas, vio a Jirot, la granada, que empezó a correr, como todos los días. Ella continuó su paseo pensando :“¡Qué chico!; siempre está haciendo deporte; un día de estos va a ser demasiado tarde y ¡EXPLOTARÁ!”.
Continuó su paseo y después de un rato, vio a Nathalie, la piña, que volvía entonces a casa. “¡Ah, los jóvenes!, siempre están de fiesta todos los días. Nunca duermen. ¡Qué inmaduros!”.
El día era  tan bueno que se decidió  a alargar su paseo un poco más. Subió hasta la colina, que estaba a las afueras de la huerta y cuando llegó a la cima, estaba muy orgullosa de sí misma porque era una colina bastante empinada. Entonces miró al otro lado y fue entonces cuando lo vio…

Al otro flanco había unas criaturas muy raras, que nunca había visto antes. Eran rojas, naranjas, verdes, moradas.... Y eran muchos, cientos de miles… Estaban bastante lejos, pero continuaban acercándose cada vez más peligrosamente, porque no parecían amables.
No sabía lo que estaba sucediendo. Volvió hasta el árbol de las bananas que había pasado unos cientos de metros antes, para decirles a todos lo que había visto. Therese, la banana, rápidamente, se fue a ver lo que estaba pasando.

Cuando Therese  volvió, todos estaban allí para oír todo lo que tenía que decir:
“Vienen”-dijo-“las verduras y las hortalizas”. Nadie nunca las había visto antes. Había calabazas, cebollas, berenjenas, ajos, tomates, pepinos, pimientos, lechugas, acelgas, espinacas, apios, y algo que se parecía a una banana roja con un sombrero verde”- dijo Therese.
“Es un chile”- dijo Inma, con voz ronca y ahogada -“son muy picantes”.
“¿Qué vamos a hacer?- preguntaron las fresas gemelas asustadas.
“Pues, no podemos sentarnos aquí y esperar”- dijo Jirot, con voz valiente.
“Me han dicho que iban a hacerse cargo de nuestra huerta” – dijo Therese, con voz temblorosa.
“Necesitamos una defensa y un ataque”- continuó diciendo, ya más repuesta.
“¿Qué queréis que haga yo?”- preguntó Inma,  presurosa.
“Puedes volver a la huerta y cuidar a los niños”- dijo Jirot, con voz firme pero nerviosa.
Esto no le pareció justo a Inma, pero no había tiempo para discutir porque, en ese momento, oyeron a las verduras y las hortalizas que ya estaban muy próximas.

“¡VAMOS!”- dijo Jirot. Y comenzó la guerra. Todo el mundo luchó duro y después de unas pocas horas ganaron la batalla.

Todos estaban celebrando la victoria y, por eso, nadie se dio cuenta de que un chile se había escondido entre los arbustos. Este escupió una semilla en la huerta e incendió unos árboles. El fuego comenzó a extenderse y se quemó todo a su paso. Todo el mundo estaba horrorizado y paralizado y nadie sabía cómo detenerlo.

De repente, en la huerta, Inma oyó los gritos de terror en la colina. Cuando se dio la vuelta, vio que el fuego cercaba a todos los árboles. Ella salió corriendo como alma que lleva el diablo y se exprimió y un montón de agua salió de su interior. El agua creó una barrera entre la huerta y el fuego. El agua por fin consiguió detenerlo y apagarlo.

Todos gritaron de alegría al ver esto.
Y desde entonces y hasta ahora, nunca ha habido ningún problema más entre las verduras, las hortalizas y las  frutas y todo ha vuelto a estar tranquilo, con la salvedad de que ahora Inma, la sandía, goza del título honorífico de Dña. MELÓN DE AGUA. (Therese Martinssen B2, Noruega)

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